Tan rota que sus propios cristales rasgan su corazón para
salir de ese caos que habita en su interior, tan rota que caminar le duele y
sonreír le quema la piel.
Ella está tan destruida que cada vez que intenta mirar al
frente se consume, tan dolida que nadie puede arreglarla, tropezó con la piedra
una y otra vez pensando que esta vez sería diferente, que agarrarías su mano
antes de caer, que reconstruirías sus alas rotas y la enseñarías a emprender el
vuelo.
Ella también aprendió que nadie evitaría sus tropiezos, que
nadie tendería la mano para levantarla junto con su corazón hecho pedacitos y
que tampoco nadie le ayudaría a reconstruirlo pieza por pieza, que nadie se
detendría a oír los cristales rotos que resonaban en su corazón como el eco,
que no tocarían su corazón, pero si su piel y que nadie dedicaría tiempo en
remendar sus heridas.
Aprendió a levantarse sola, a pegar los pedacitos de su
corazón con sus propias lágrimas, aprendió a escucharse a sí misma, a sacar los
cristales rotos de cada recoveco de su interior, se sentó con sus demonios a
remendar sus heridas y a plantarle cara a la vida, guardo su corazón en una
caja fuerte, cosió sus alas y echo a volar, lejos, muy lejos del dolor, lejos
de las falsas promesas y se prometió a sí misma que cuando volviera a reír lo
haría más fuerte que nunca, que no dejaría a nadie abrir su caja fuerte, que
nadie jamás volvería para romperla en mil pedacitos y ya no volvería a estar
tan rota, tan vacía.
No hay comentarios:
Publicar un comentario