Dicen que dejas de ser tu mismo cuando tocas fondo, cuando sientes que el corazón está a punto de estallar en cientos de pedacitos y es ahí donde ya nunca vuelves a ser el mismo.
Te sientes perdido o incluso asustado, temes el roce de cualquier otra piel, y es que las despedidas nunca fueron fáciles. Es difícil olvidar los momentos felices que alguien una vez te regalo, es doloroso el nudo de tu garganta cuando tratas de sonreír y esconder tus lagrimas fingiendo que nada ha pasado.
Hay momentos en los que simplemente levantarte duele, te quema en el corazón. Sientes como el cuerpo te pesa tanto que no te apetece levantar la mirada y ver lo bonito que te rodea.
Ahora es cuando entiendo lo que es entregar el corazón y que no vuelva completo y es que es así como se consume, perdiendo trocito a trocito y esperando que alguien tenga el valor de remendarlo con suturas tan fuertes que no permitan que este se vuelva a deshacer una vez más, y es ahí cuando entiendes que tú corazón es solo tuyo aunque te empeñes en repartirlo a base de cariño y confianza.
Aunque lo intentes mil y una vez ya nada volverá a ser lo mismo, tú serás un poco más fuerte y tu corazón más cansado, más dolido y más grande.
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