Ella era una chica torpe de esas que tropezaba con la misma piedra una y otra vez, esa chica que te encontrabas en cualquier lugar con la mirada perdida escuchando música, la chica que se perdía en las páginas de cualquier novela y soñaba con que alguien la rescatara del naufragio, la misma que vivía con tristeza en las pupilas.
Él la encontró o quizás fue ella la que le encontró en mitad de la tempestad. Agarraba su mano cada vez que ella iba a caer y le dedicaba cada unas de sus miradas, le ayudo a escribir su propia historia y la rescato del naufragio con cada una de sus sonrisas, desvanecía la tristeza con sus besos y encontró la pieza perdida de su corazón. Entonces ella comprendió que la suerte no estaba en los tréboles de cuatro hojas, su suerte estaba en uno de cinco, su mano.